jueves, 18 de junio de 2009

Tarde

Cuando entró en la sala de espera, el nombre de aquel lugar le revolvió el estomago. Su casa estaba plagada de relojes, tenía un tiempo para bañarse, para llamar por teléfono, para hacer ejercicio en las mañanas, para amar, para discutir -porque le parecía un desperdicio pelear- e incluso un tiempo, sólo uno para perder. Estando en aquel lugar notó que había calculado un tiempo para todo menos para esperar. Se sentó en la silla gris y en la mesa de centro colocó su reloj de arena, ajustó la alarma del celular calculando el tiempo adecuado para la labor. El doctor ingresó a la sala pero se dirigió a una señora que intentaba acomodar el trasero en una silla verde; quiso acercarse, pero el hombre lo detuvo intimidándolo con sus cinco dedos de silicona.

Bajo la cabeza, se acomodó en su silla y pensó que quizás podría invertir su tiempo hablando con la señora de la silla verde, pero cuando el médico abandonó la sala, el rostro de la pobre se transfiguró y se doblo en llanto. No había mucho que invertir hablando con alguien entre sollozos. Se le ocurrió entonces que podría usar el tiempo, buscando un café y una agüita de tisanas para su compañera de sala; se puso en pie, pero al salir de la sala, sonó la alarma del celular. El tiempo calculado para la espera, había pasado, cualquier cosa que hicera de ahora en adelante, indicaría que estaba perdiendo el tiempo o quitándole tiempo a las cosas que ya estaban programadas para las horas siguientes. Se sintió intranquilo, extraño el agüita para los nervios, que no alcanzó a buscar, las manos comenzaron a sudar y decidió que podría quitarle unos segundos y algunos minutos al tiempo que había programado durante el día y entonces la calma se llevo el sudor y los temblores. Volvió a cuadrar la alarma, volteó el reloj de la mesa de centro, y observó que el rostro de su compañera cambiaba las lagrimas por una leve sonrisa. Ahora si podría invertir el tiempo que desperdiciaba en la espera conversando con ella, pero la dama tomo su bolso, hizo un gesto con la mano y con los labios y se marchó. Estaba solo y decidió tomar una de las revistas que se encontraban sobre la mesa pero las fotografías sobre bebes recién nacidos y panzas ensangrentadas lo aterraron; no era nada inteligente gastar el tiempo en tales cosas, tomo entonces una revista de modas y ni siquiera la abrió porque desaprobaba por completo el uso del tiempo en cosas vanales. Decidió que lo más adecuado era hacer un par de llamadas de trabajo y de esta forma cuadrar los tiempos de su agenda de trabajo que se habían movido.

En los hospitales la señal de los celulares tiende a fallar y ésta no fue la excepción, de hecho, notó que no había recibido ninguna de las que había programado para recibir en esa mañana, de nuevo el sudor frío invadió a su cuerpo, se le ocurrió que podría mandar mensajes de texto y aclarar las circunstancias que le impedían, cumplir, como de costumbre, a tiempo, con sus compromisos.

Calculó dos minutos por mensaje, y se sintió orgulloso de su labor productiva, pero justo cuando escribía el último, el médico ingreso a la sala y acto seguido sonó la alarma del celular, terminó rápidamente de escribir su mensaje y se dirigió hacia el hombre de la bata blanca que esta vez no traía guantes pero preguntó por la señora que se había marchado y al no encontrarla dejó el lugar sin darle tiempo para preguntar.

Estaba molesto y pensó en llamar a su mejor amigo para desahogarse; la alarma había sonado dos veces, el reloj de arena, terminaba de llenarse por tercera vez y ni siquiera había tenido tiempo de acercarse al doctor. Preso de la desolación se doblo en su silla y escondió la cabeza entre las piernas, cuando una mano regordeta toco su hombro y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre en un tono de exaltación- Felicitaciones señor es usted padre de un hermoso niño- no podía ser, su angustia creció y las lagrimas atravesaron el lado izquierdo de su rostro. Su hijo, su primer hijo, había llegado tarde.

martes, 16 de junio de 2009

Fe de erratas

Si se le puede llamar así. Expreso mis disculpas por el texto que le llego a quienes he inscrito o se han inscrito para seguir mis relatos y recibieron el texto "búscome". En días pasados se publicó en este blog un comentario "casual" con pretenciones de cuento. Deseo expresar mis disculpas por tal publicación carente de sentido y sin el rigor de publicación en -términos de narración- que he tratado de mantener en este blog.