viernes, 29 de mayo de 2009

Simona canta sola

Me dijo cosas horribles sobre mis artículos, horribles por lambonas, trasnochadas y pretenciosas; se creyó mejor persona hablando de mí, es verdad que no estaba de muy buen humor y que me pongo susceptible con la idiotez, pero no es menos idiota por esto.

Debo contárselo a Simona porque a sus menos treinta diciembres, ella cree en tipos como éste y es capaz de montar una casa en un árbol, así le dure un mes. No es que me preocupe el corazón de la Simo porque a estas alturas ya dudo que lo tenga, pero soy quien recibe sus llamadas alcoholizadas, sus invitaciones de café tres veces por semana y sus ganas de cambiar - lo que sea que esté mal con ella- inscribiéndose en cuanto curso espiritual o de materialismo intelectual se le atraviesa. No sé que sería de su vida, si tuviera que trabajar, es decir, si el dinero fuera una motivación para mantenerse estable; pero no pasa nada si se enferma una semana de depresión. Tiene un periódico sobre arte y dicen los que saben, que es bueno. No sé nada de arte y el periódico tampoco me dice nada, así que para mí, lo mejor que tiene es una diagramación impecable junto con la sección coctelera, porque como editora siempre publica sus eventos al lado de los futuros carpinteros o jardineros de su casita en el árbol, que en realidad son sólo artistas sin ventana. Pablo se ha postulado para carpintero y han ido juntos a las exposiciones que se han inaugurado esta semana; ayer almorzamos y Pablito quiso adularme porque cree que tengo algún tipo de influencia sobre Simona, se equivoca, lo único que hago es oirla, al igual que a mis pericos en las mañanas, que es cuando les da por hacer ruido, porque los pericos no cantan, y yo les silbo para ver si algún día emiten algo parecido a un canto. Lo mismo hago con Simona pero ella canta horrible.

Comandante en Jefe

Me gustaría cantarte una canción, pero hoy se me ha ido la voz. Creo que se quedó en la oficina de mi jefe cuando me grito y todos oyeron pero se quedaron en silencio, no es que el tipo no tuviera razón para llamarme la atención, pero no tenía porque gritarme, es más, podía haberse guardado sus palabras para más tarde y quizá el grito se habría convertido en un café. No insistas no te voy a cantar nada, no tengo palabras para susurrarte, si me obligas podría dar un par de gemidos con melodías ajenas. Si, ya sé que las melodías son prestadas, pero esta vez ni siquiera podría fingir que las canto para ti. ¿Te parece poco que me gritara? ¿cómo, que es normal? No estoy exagerando y no es una cuestión de machismos o feminismos, si lo acepto soy normal y si no... Soy anormal entonces, porque mi vida se puede ir en fuga después de un grito por un salario. Si yo cambio de actitud es posible que toda yo sea otra.

Para ti todo es asunto de hormonas y tu insistencia me resulta hormonalmente detestable... No. No me grites, no me grites. Tú, no eres mi jefe.