viernes, 23 de octubre de 2009

Él Silencio

No logro entender cómo pudo aferrarse a mí, habíamos asistido al espectáculo de nuestra separación y no teníamos intención de volver a subir en aquel escenario oscuro, pero todo parecía indicar que el drama de nuestra vida seguía escribiéndose en el imaginario de una escritora que se negaba a leer o ver otra historia, o lo que es peor, buscaba títulos relativos a nuestra existencia y se esforzaba en símiles que a decir verdad no tenían ningún sentido.

Ella es la obsesiva, no porque nuestra historia valga la pena, no porque el escenario esté esperándonos; es una cuestión de inmortalidad, ayer estuve husmeando sus cuadernos y notas; cita al poeta y el poeta está muriendo, cita al amante y lo quiere muerto, su propia muerte está en las entrelíneas, vestido con las galas del miedo. En su loco imaginario, me ha llevado a husmear en los cajones de la fotografía digital, en el ciberespacio de “ningún lugar” y hasta he llegado a la esquina de nuestra casa que es sólo suya. No lee, no vive, y persiste en acompañarme todo el día perturbando con su voz de almohada mis momentos de tibia paz. Ella y él son pan de la última cena, aceite en ríos de agua sin bendecir, pero su imaginario pretencioso insiste. La quiero lejos de mi vida, no entiendo por qué usa la primera persona cuando habla de mí, ¿Por qué no habla de él, por qué no puede hablar por él, por qué no me pertenece el silencio a mí?