viernes, 29 de mayo de 2009

Comandante en Jefe

Me gustaría cantarte una canción, pero hoy se me ha ido la voz. Creo que se quedó en la oficina de mi jefe cuando me grito y todos oyeron pero se quedaron en silencio, no es que el tipo no tuviera razón para llamarme la atención, pero no tenía porque gritarme, es más, podía haberse guardado sus palabras para más tarde y quizá el grito se habría convertido en un café. No insistas no te voy a cantar nada, no tengo palabras para susurrarte, si me obligas podría dar un par de gemidos con melodías ajenas. Si, ya sé que las melodías son prestadas, pero esta vez ni siquiera podría fingir que las canto para ti. ¿Te parece poco que me gritara? ¿cómo, que es normal? No estoy exagerando y no es una cuestión de machismos o feminismos, si lo acepto soy normal y si no... Soy anormal entonces, porque mi vida se puede ir en fuga después de un grito por un salario. Si yo cambio de actitud es posible que toda yo sea otra.

Para ti todo es asunto de hormonas y tu insistencia me resulta hormonalmente detestable... No. No me grites, no me grites. Tú, no eres mi jefe.

No hay comentarios: