domingo, 10 de mayo de 2009

Espanto

Puede desaparecer el encantamiento y en su lugar un espanto, el mío, de quien soy, un drama de lo que llevo adentro. El vacío y el silencio -insoportables- confabulan para raptar algo que es nuestro desde antes, desde siempre. Una voz seria y a veces burlona, me dice que el amor espera, y mientras tanto puedo disfrazar la tormenta. ¿Drama? Sí, la vida estancada, el corazón apretado y la razón torpe y ansiosa de todo y de nada. Sí, la tragedia de nuestras soledades y el desatino del tiempo son como una obra de teatro. Ahí estamos, fingiendo nuestros papeles, intentando algún personaje, obsesionados con entender las ambigüedades de un autor desconocido que sin embargo es dueño de la trama.

Si el autor habla, el personaje le pertenece, pero si el personaje pregunta, la obra entra en caos, se detiene frente al espejo y no hay nada que contar. La novela de Rimbaud es imposible, ¿Quién puede superar a Beethoven? Cuando la tragedia se convierte en cuerpo y alma, no hay acción posible, no hay historia, queda la obra, intocable, inmortal.

El rapto, entonces, sería la huida hacia el vacío, la búsqueda del precipicio, y el silencio, la eterna respuesta de la verdadera contemplación. ¿Quién le dice a un lirio, cuando y cómo soltar sus aromas? La palabra no es más que el arrullo, el grito de todos los santos y la estrategia de un secreto a voz en grito. La voz burlona, es el libro que no he leído, el país que no conozco y la sinfonía inconclusa; esta voz permanece en silencio y finge de seria para que el remedo de algún hombre le conceda autoridad.

¿El amor espera? El autor que no posa, sabe que el amor se afana a desaparecer, como han desaparecido los hombres; nada de la emoción pura permanece en el mundo, si así fuera, las palabras y el viento serían uno al mismo tiempo. La palabra Mí Amor, La palabra mi amor.

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